EL JUEGO DE LA VIDA

Espacio de Arte Contemporáneo.

Resignifico el espacio a través de la intervención, espacio que ha tenido sin duda una carga energética muy particular, vinculada a su arquitectura y a su historia.

Me propongo generar un lugar para recorrer, para caminar, pensar y sentir, pero no para realizar recorridos lineales sino cruzados, armados por el espectador, haciéndolo de esta forma protagonista de la obra.

Las obras se presentan vinculándose con el entorno y planteando diferentes puntos de vista, uno frontal (desde la puerta de la sala) y otro (o infinitos otros) desde el interior de la exposición, donde es posible rodearse de la obra (muchas veces estando la misma en movimiento) o generar movimientos en ella.

Trabajo con la dialéctica, me interesa la unión de los contrarios, el diálogo entre opuestos; desde el uso de los materiales que inevitablemente se unen a lo conceptual.

El movimiento de las hamacas se asocia a los ciclos de la vida y del tiempo, “haciendo nacer el viento que fecunda el suelo”(Chevalier, 1986)[1]

Se juega en este caso con la resignificación del cuerpo femenino, a partir del nuevo rol, que alberga una vida dentro, el cuerpo como generador de vida, análogamente al nuevo rol del espacio.

Busco el paralelismo a través de la:

Resignificación de un espacio para albergar a otro.

Resignificación de un cuerpo para albergar a otro.

 

El columpio es tomado como símbolo lúdico, de ir y venir, de ser hija, madre, y de buscar así el equilibrio. Equilibrio también buscado por el lugar, que se intenta despojar de la energía precedente.

Columpiarse, etimológicamente proviene de columbarse, que en dialectos americanos y leoneses significa “zambullirse” (Corominas, 1997)[2], esto se une a la idea de pasar de un estado a otro, al nacimiento, a la transformación del lugar donde estamos inmersos.

También ha sido considerado como símbolo de fertilidad, acompañando esto la idea que quiero transmitir, unida al juego, a la infancia, a la nueva forma del cuerpo, y a la nueva forma de la vida.

Pero las hamacas están quietas, pueden moverse por intención, pero están quietas, esperando, en silencio.

Se da entonces el choque conceptual entre un objeto asociado a la libertad y el espacio físico en el que se encuentra. Las hamacas es fácilmente las asociamos al viento en la cara, al parque, a la infancia de todos; pero en éste caso se necesita una fuerza externa a ellas que las mueva, incluso éste movimiento está limitado por el tamaño de la celda, demasiado pequeño para permitirlo en su totalidad. Análogo esto al espacio carcelario, donde esa libertad no puede ser expresada, donde el espacio es demasiado pequeño para moverse.

El número seis, que corresponde a la cantidad de hamacas, es un número que según Cirlot (2001)[3] significa la ambivalencia y el equilibrio, el símbolo del alma humana por ser la unión de los dos triángulos y las seis direcciones del espacio. Corresponde además a la suma de los tres primeros números:

1+2+3=6

El aspecto acuoso generado por el material, el líquido dentro del vientre, el espejo en el que me veo, el elemento agua como símbolo de la vida.

Elisa Ríos

[1] Chevalier J. Geerbrant H.(1986) Diccionario de los símbolos, España. Ed. Herder. 2ª Edición pp 328-329

[2] Corominas J. (1997) Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. España. Ed. Gredos. p. 360.

[3] Cirlot, Juan Eduardo. (2001) Diccionario de símbolos. Madrid: Ediciones Siruela. p. 336.

MARDEFONDO

Centro Municipal de Exposiciones, Subte

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